En estos momentos difíciles que nos ha tocado vivir a causa de la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2, el Covid-19, es importante que conozcamos las consecuencias y patologías derivadas del mismo. Una de estas consecuencias son los ictus, más concretamente los ictus de tipo isquémico (también llamados infartos cerebrales), sobre los que vamos a hablar a continuación. También os contaremos el abordaje que realizamos desde Villasaluten en los pacientes con ictus.

 

Relación del Covid-19 con los ictus isquémicos

 

Antes de todo, y para comprender mejor cómo el Covid-19 puede incrementar el riesgo de padecer un ictus isquémico, vamos a explicar en qué consiste este tipo de ictus.

Un ictus se produce cuando ocurre un taponamiento de una arteria por un  trombo o émbolo  que impide que la sangre alcance una determinada zona del  cerebro. Cuando esto ocurre, ni los nutrientes ni el oxígeno llegan a las células, ocasionando una lesión en las mismas. De esta definición podemos distinguir dos tipos de ictus isquémicos:

      • Trombótico: cuando el coágulo se forma en el propio vaso sanguíneo.
      • Embólico: cuando el coágulo se forma en un sitio distinto a la arteria que tapona (normalmente en el corazón) viaja por el flujo sanguíneo hasta llegar al vaso que obstruye.

 

 

Mecanismos por los que el Covid-19 provoca ictus

 

El virus SARS-CoV-2 podría provocar ictus por varios mecanismos: coagulopatías asociadas a COVID-19 o daño miocárdico con embolismo cerebral.

      1. Coagulopatías asociadas a Covid-19: el virus puede inducir la formación de coágulos al activar el sistema inmune, el cual interactúa con la coagulación.
      2. Daño miocárdico con embolismo cerebral: el virus puede dañar el corazón, alterando su correcto funcionamiento. Esto llevaría a que se produjese un coágulo en las cámaras cardiacas que viajase hasta una arteria cerebral, la cual podría quedar obstruida.

 

Abordaje multidisciplinar del ictus en nuestros centros

 

Terapia ocupacional: 

Cuando ocurre un daño cerebral se produce la ruptura de los roles que la persona desempeñaba antes de la lesión.
La Terapia Ocupacional se encarga de recuperar la máxima autonomía. Es por eso necesario trabajar sobre las actividades básicas de la vida diaria, principalmente sobre aquellas más significativas para la persona.
La intervención estará dirigida a mejorar, adaptar o compensar las actividades, las estructuras corporales y funciones del individuo y el entorno, tanto físico (lugares de desempeño: domicilio, etc.) como humano (familia y cuidadores).

 

Fisioterapia:

Se encarga de recuperar la máxima funcionalidad posible. Trabajamos el tono muscular, la sensibilidad perdida, el equilibrio y la marcha que se han visto afectados tras la lesión cerebral. El objetivo es recuperar hasta donde sea posible la movilidad perdida y reeducar a los pacientes en su nueva situación funcional (adaptar movimientos, marcha, etc…).

 

Logopedia:

Tras un ictus se pueden producir lesiones en las zonas encargadas del habla. La Logopedia se encarga de recuperar en medida de lo posible la comunicación, tanto emisión de mensaje como comprensión del mismo. También se encarga de valorar la deglución, y adaptar el tipo de alimentación a la misma. Las intervenciones consisten en ejercitar la musculatura que interviene en el habla, test de disfagia, etc.

 

Neuropsicología:

Se encarga de recuperar las funciones cerebrales que han sido alteradas. Las intervenciones incluyen ejercicios para mejorar orientación, cálculo, memoria, etc mediante estimulación cognitiva, talleres de memoria, etc.

 

Enfermería:

Se encarga de vigilar la aparición de síntomas y las anomalías en las constantes vitales que puedan indicar la aparición de un ictus.

 

Autor:

Óscar López Gómez– Enfermero del centro de día Pradillo (Móstoles).

 

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